lunes, 21 de mayo de 2007

Una idea de mí


Se puede decir que no hago nada o que hago esas cosas intrascendentes propias de la gente que no hace nada. Hace un año exactamente me fui a Margarita convencida de que la solución de todo era el mar, pero al bajarme del ferry sufrí una espantosa convulsión cerebral. Desde entonces vivir me da mucho miedo o más bien vértigo. La convulsión me afectó la memoria, tengo un recuerdo absurdo del color azul, de haber vivido un color azul puro, sin contexto, que no era propiedad de nada. Esta vivencia me desconectó de mi vida anterior, interrumpió la secuencia lógica o aparentemente lógica de acontecimientos recordados. No he encontrado hasta ahora la solución. Traté, mucho tiempo, de atribuir este color a algo: el carro en el que me llevaron a la clínica, la camisa del hombre que me levantó, pero los testigos no se pusieron de acuerdo, en realidad no sabían, y se cansaron de tratar de recordar qué cosa azul había, aparte del cielo, en aquella situación de emergencia (porque no era el cielo, era un azul intenso, oscuro, eléctrico, no sé cómo se llama ese azul). En los meses que siguieron leí unos cuantos libros con mucha pasión, curiosidad, un tipo de curiosidad que me hacía leer y releer los párrafos con detenimiento, volver atrás, apartar los ojos del libro y pensar lo leído. Particularmente me impresionó Un camino en el mundo de Naipaul, pero, en general, cualquier cosa que leía me fascinaba. El mundo exterior, en cambio, las actividades cotidianas, ir en carro, compras, la playa, borrachos gritando, me producía ansiedad, mareo, pérdida del equilibrio. Ahora, conservo la sensación de vértigo y de desorden pero por desgracia he perdido esa maravillosa paciencia para leer, leo como antes, muy rápido, salgo poco de casa, no me reconozco en lo que he hecho o escrito, no escribo (aunque acabo de hacer una excepción).

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